Recuerdo la primera vez que le
hablé de Dios a mis compañeros del colegio. Uno de ellos empezó a gritar en la
calle que si Dios realmente existía bajara para que pudiera verle. Se burló de
Dios y me quiso humillar a mi también. Aquél día debería haberme dado cuenta
que no eran tan amigos como decían ser. Pero quería sentirme parte de ese grupo
como cualquier otro chico de mi edad y seguí con ellos. Poco a poco estos
colegas empezaban a presionar para que todos participaran de lo mismo que ellos
hacían: probando tabaco, viendo películas y revistas porno, hablando de las
chicas como si fueran objetos, hablando mal, metiéndose en líos sin motivo... Y
por un tiempo me dejé arrastrar.
Recuerdo dos momentos en los que
Dios me avisó de que debía salir de ese ambiente y alejarme de las malas
influencias. El primero fue a través de las palabras de mi pastor, Marcos
Vidal. Después de la predicación del domingo llamó a unos cuantos adolescentes
entre los que estaba yo y nos compartió este versículo: “Mira,
hoy os doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal,
por el otro” (Deutoronomio 30:15). Entendí que si seguía dejándome arrastrar
por los colegas del instituto estaría yendo en la dirección opuesta a la que Dios
quería para mi. El segundo fue una pesadilla en la que me quedaba en este mundo
en la segunda venida de Jesús. Recuerdo que experimenté el sufrimiento al
pensar que ya no podría hacer nada por cambiar mis malas acciones. En la
pesadilla veía un mundo lleno de dolor, destrucción y de caras conocidas que
sufrían tanto como yo. Pero lo cierto es que desperté de esa pesadilla y
entendí que aún había tiempo para arrepentirme delante de Dios y para ayudar a
otros a encontrar a su Salvador.
No fue fácil pero tuve fuerzas
para separarme de este grupo que me había estado influenciando desde el colegio
y Dios me dio nuevos amigos y amigas en la iglesia. También puso a responsables
de adolescentes que invirtieron su tiempo, esfuerzo y muchas oraciones para que
siguiera en el camino correcto. También doy gracias a mis padres por su
ejemplo, educación y por hablarme del Evangelio.
Decidí bautizarme a los 18 años y
en ese mismo año pude leer el libro “Una vida con propósito” de Rick Warren,
que fue decisivo para entender que Dios tiene un plan perfecto para cada
persona y quiere una relación personal con cada uno de nosotros. A partir de
ese momento decidí seguir a Jesús sabiendo que sería emocionante y también un
gran reto cada día. Con Él siento libertad y soy consciente de que cada día
debo ver las cosas como Él las ve, amar como el ama y seguir llevando esperanza
a la gente.
Actualmente pertenezco al equipo
de líderes de adolescentes de mi iglesia y quiero seguir sirviendo en ese área
para que entiendan quién es Jesús y puedan seguirle. También formo parte del
grupo musical, Crazy Truth Crew, con el que puedo expresar cómo Dios cambia las
vidas por completo. Y creo que puedo servirle y darle gloria en cada área de mi
vida siendo Él el centro.
Si aún no conoces a Jesús, te
animo a dar ese paso. Podrás descubrir el amor más grande que existe.
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